Muchos de nuestros malestares emocionales los expresamos a través de la comida, intentando calmar la ansiedad que sentimos ingiriendo alimentos que parece llenarán ese vacío que nos deja la rabia, la frustración, la impotencia, la tristeza… y así acabamos comiendo de manera compulsiva y desordenada.
La comida tiene una relación muy directa con las emociones y el afecto, si bien es el primer vínculo de vida con nuestra madre: nos alimenta y nos da cariño al mismo tiempo, por tanto, ambas necesidades básicas quedan cubiertas y asociadas para siempre en el mejor de los casos, ya que hay veces que nos faltó una de las dos y las cosas aún se complican más. Por tanto, detrás de cualquier desorden de la ingesta de alimentos (sobrepeso, ansiedad de comer, anorexia, bulimia…) hay un conflicto emocional que abordar.
Los alimentos son necesarios para nuestra supervivencia y bienestar, precisamos de ellos a diario y alrededor de ellos celebramos infinidad de acontecimientos importantes de nuestras vidas. Nos producen placer y ayudan a sobrellevar muchas de nuestras situaciones difíciles. El problema surge cuando a causa de ellos enfermamos o limitamos nuestra actividad normal.
Evitar caer en la compulsión, en la falta de implicación, en nuestra responsabilidad con la salud y el bienestar que nos merecemos es una parte del compromiso que debemos asumir para vivir una vida plena y satisfactoria en la que nuestro cuerpo sea un compañero y no una carga.
Con unos pequeños cambios en nuestra alimentación podemos lograr sentirnos bien, con nuestras necesidades satisfechas. La salud es nuestra responsabilidad y con algunas modificaciones podemos encontrarnos mejor y a gusto con nuestra imagen.