Si a muchos de nosotros nos preguntaran si alguna vez hemos pasado por alguna adicción probablemente nos echaríamos las manos a la cabeza y responderíamos que no, tras lanzar una mirada de desconfianza hacia nuestro interlocutor. Pues bien, si usted ha estado enamorado alguna vez, entonces debería responder afirmativamente a esta pregunta. Un cerebro profundamente enamorado funciona como el de una persona adicta: el foco principal de atención es hacia la persona objeto de nuestra devoción, todos los recursos se dirigen hacia ella, tiempo, dinero, afectos; estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos, la mente nos traiciona y vuelve a los recuerdos de esa persona tan especial, nuestro cuerpo ansía verla, estar con ella, tocarla, sentirla, y cuando por fin estamos juntos nos aislamos del mundo, todos los problemas y malestar desaparecen y experimentamos un estado de plenitud y felicidad… ¡¡¡Así funciona el cerebro de un adicto!!! Pero las consecuencias de este estado de “atontamiento temporal” no son solo pequeños despistes laborales o la pérdida de algunas amistades por dejarlas de lado; las consecuencias de la adicción a drogas o a conductas obsesivo-compulsivas es mucho más negativa y prolongada en el tiempo, afectando a todos los ámbitos de la persona (pérdida del trabajo, deudas económicas, rechazo social, ruptura de pareja, maltrato infantil, conductas violentas y problemas médicos, entre otros).
Una pregunta importantísima: ¿Se puede culpar al adicto por su conducta?
No, el adicto es una víctima de su adicción y sufre por ello. La enfermedad conlleva una pérdida de libertad, el paciente ya no puede elegir y actúa como una marioneta cuyos hilos son manipulados por su necesidad de consumo. El adicto experimenta una vida sin control alguno sobre su mente o su cuerpo, en un estado permanente de malestar emocional y autoculpabilidad, al ser consciente en los momentos de claridad mental de la gravedad de su situación personal y del daño que su conducta de consumo está provocando en todo su entorno vital, tanto a nivel laboral y económico, como social y familiar.
El iniciar o no el consumo de drogas sí es voluntario, pero una vez se ha iniciado ésta y se ha producido una situación de dependencia, serán los procesos cerebrales alterados los que pasen a controlar la conducta de la persona, quedando su voluntad supeditada a la necesidad de consumo.
¿Qué es la adicción?
Situación en la cual la persona se siente incapaz de controlar o detener su conducta obsesivo-compulsiva o su consumo de sustancias psicoactivas (drogas), a pesar de las graves consecuencias que le producen en todos los ámbitos de su vida (laboral, social o afectivo). Es una enfermedad mental crónica que SOLO puede ser controlada una vez la persona adicta acepta que tiene un problema y está dispuesta a realizar un cambio con la ayuda de un equipo de profesionales (médicos y psicólogos).
¿Qué tipos de adicción existen?
Adicción a sustancias psicoactivas, legales como la nicotina, el alcohol o los antidepresivos, e ilegales como el cannabis, la cocaína o la heroína, entre otras.
Adicción a conductas obsesivo-compulsivas como el sexo, el juego, el uso de tecnologías como las redes sociales, las compras o el comer mediante atracones, entre otras.
¿Cuándo se puede decir que existe adicción?
Tres son las claves: la persona no es capaz de detener la conducta compulsiva (1), no tiene un control sobre la misma ni de frecuencia ni de intensidad (2), y se ve obligada a mantenerla para evitar el malestar psicofisiológico que se producen cuando detiene esa conducta (3). ¡Cambiar duele! (hay síndrome de abstinencia).
¿Qué motiva la adicción?
Dos son las motivaciones que conducen a la persona hacia la adicción: la experimentación de placer y la evitación de dolor/ ansiedad/ estrés. La persona adicta percibe equivocadamente que hay mayor ganancia que pérdida en el consumo o en la conducta adictiva.
¿Por qué ante las mismas conductas de consumo unas personas se convierten en adictas/enfermas y otras no?
La probabilidad o riesgo de convertirnos en adictos es diferente para cada persona y depende así mismo del tipo de sustancia que se consuma y de su frecuencia. Convertirse en adicto dependerá del resultado de la interacción entre diversos factores: ambientales, biológicos y psicológicos. Las personas que vivan en un entorno social y cultural más permisivo respecto al consumo de drogas, que por causas biológicas sean más vulnerables al placer, o que carezcan de control de los impulsos, que sufran estrés crónico o intolerancia a la frustración, que carezcan de herramientas personales para gestionar las emociones de forma adaptada… tendrán un mayor riesgo de convertirse en adictos.
¡La vulnerabilidad ante el consumo de drogas es diferente para cada persona, existiendo algunos rasgos de personalidad que son predisponentes!
¿El daño cerebral es igual para todas las personas que caen en la adicción?
¡No! Es importantísimo el momento de la fase de desarrollo en que está la persona cuando inicia el consumo de drogas y el tiempo que lleva consumiendo; hay que tener en cuenta, además, que algunas sustancias tienen mayor poder adictivo que otras (por orden de mayor a menor serían el tabaco, la heroína, la cocaína, el alcohol, los estimulantes, los ansiolíticos, el cannabis y los analgésicos). El cerebro en desarrollo de un adolescente es muchísimo más vulnerable y sensible al daño, pudiendo quedar comprometidas de forma irreversible importantes capacidades cognitivas y afectivas ante una exposición temprana a sustancias psicoactivas. Procesos como la percepción, la atención, la memoria y la regulación emocional se verán perjudicados en las personas de cualquier edad, pero especialmente en el menor. Además, ante el consumo, pueden aparecer otras enfermedades, como trastornos de personalidad, problemas médicos y trastornos psicóticos como la esquizofrenia.
¿Cuál es la mejor forma de prevenir la adicción?
La intervención temprana es fundamental. No podemos aislar a las personas de su realidad ambiental y social. Las drogas legales e ilegales, el negocio creciente del juego, las nuevas tecnologías, la sociedad de consumo estimulada por el entorno, etc. son todos estímulos accesibles para el adolescente y el adulto. La necesidad de sentir placer y evitar dolor forma parte de nuestra realidad biológica, y por ello estar bien informados sobre los efectos a corto y largo plazo del consumo es fundamental en la prevención de las adicciones. Dotar a las personas de estrategias adaptativas que les ayuden a superar obstáculos vitales y a subsanar situaciones biológicas o ambientales desfavorables evitará esa búsqueda activa de una felicidad engañosa a través del consumo o de las conductas obsesivas. Una de las mayores necesidades del ser humano es la de sentirse querido y aceptado socialmente, y en las situaciones de consumo el sistema mediador del afecto es precisamente uno de los más dañados. El adicto vive aislado socialmente y experimenta el rechazo de todos los suyos, lo que deriva en una situación de abandono y desesperanza que podría desembocar en una situación fatal. Ante los primeros síntomas de adicción recomendamos buscar la ayuda de un profesional que inicie una intervención lo antes posible. Cuanto más tiempo pase la persona consumiendo, más lenta será su recuperación y más graves los daños ocasionados por la enfermedad.
¡HOY mejor que mañana!
Muy buen articulo, con excelente información y orden
Muy buen aporte sobre la adicción, me lo guardo en favoritos.
Añadiría también la adicción al móvil, muy común hoy en día.
Un saludo!